viernes, 4 de noviembre de 2011


Estrías perversas

Cual presagio del arúspice agorero
ese turbulento agosto
rodaba una multitud
de oscilantes recuerdos
desde el génesis mismo,
hasta aquel minúsculo
y profundo cubículo
en el que no vidarían.

Un denso espejismo malévolo
eran esos dos cafés helados
que olvidados en la niebla
yacían saciados de nada
despedazando el festín de mi alma…

Extinguidas, sus dóciles piernas
ya no se erguirían
(blancas y contorneadas)
engendrando el frenesí
de mis placeres sanguíneos…

Rápidos y casuales
los giros del destino
digitarían sobre mi piel
estrías perversas.

Aborrezco
no asombrarme
ante la estacada final
que solo deja junto a la oquedad
del viejo baobab,
un esculpido y gimiente
ladrillo color té
mientras mi mano rasguña
la octava tumba…



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