miércoles, 2 de mayo de 2012


 El fruto sin rostro



Quizás…solo quizás…tuvo motivos para odiarte, le explicaba aún confundido quince años más tarde al atormentado muchacho … Jamás había creído la excusa con la que justifiqué mi viaje…lo pude presentir todo el tiempo, su acusadora mirada cuando preparaba minuciosamente mi equipaje, en el último desayuno juntos antes de la partida, ese adiós susurrado nostálgicamente… como si fuese un “hasta nunca” frío y gris cual el beso entregado a desgano que caía acongojado por sus ojos, rodando hacia su reservada boca, para incrustarse en mis labios… De cualquier forma ese verano me alejé unos días (por trabajo), ella lidiaba con tu hermano mayor y con su amarga e intrigante duda mientras… la hermosa secretaria se me ofrecía exhibiendo sus blancas y contorneadas piernas que encendían el frenesí de mis placeres lúbricos…allí comenzaste a morir lentamente esta vida… Creí conocer bien a tu madre, pensé me esperaría llena de preguntas capciosas, pero éstas ya tenían la respuesta premeditada dentro de mi mente. Nada habría pasado si no se hubiera presentado en el hotel, a las seis de la mañana, momento en que resaca y lujuria, producían estragos en mi cabeza, parcialmente paralizada como quedó mi corazón al verla parada en esa puerta… Justo cuando rodeaba una vez más su cintura y mis manos corrían maratones circulares por sus pechos amazónicos ávidos de goces carnales, a los que les había prodigado la sed de mis vertiginosos arrebatos pasionales durante toda la velada… apareció de la nada, como fantasma, sin anunciarse… Muda de mentiras, mi boca no pudo musitar palabra alguna por un lapso de tiempo imposible de precisar… (a mi parecer fueron varios siglos), trataba con desesperación de recobrar el aliento y la cordura (si quedaba algo), cuando repentinamente no estaba más… Me levanté transpirando gotas de sudor helado, con el rostro palidecido, las manos temblorosas, los ojos desencajados de sus órbitas y las piernas que sentía mutiladas, no lograban el sostén de mi cuerpo; corrí a la ventana pensando verla cuando se iba…pero solo una pareja que pasaba enamorada y un viejo amanecido en alcohol decoraban el paisaje… Bajé las escaleras pisando solo algunos peldaños, en mi prisa olvidé haber podido hacer uso del teléfono para comunicarme con la conserjería. Entonces cuando pude recuperar la respiración, pregunté si alguien había subido a la habitación, y me informaron que como el hospedaje estaba totalmente ocupado y los residentes poseían llaves, las puertas habían permanecido cerradas toda la noche hasta ese preciso momento en el que acababan de abrirlas… No lograba esclarecer las ideas… ¡Estaba ahí!... ¡Yo la había visto!... ¡Aún podía oler su alilado perfume!... ¡Sentir su inoporturante presencia!... Volví al cuarto y sin dar explicación alguna a mi acompañante, comencé a empacar las cosas adelantando el retorno… Tal vez solo necesitaba salir de allí…posiblemente quería llegar antes que ella… Pero no fue así, cuando abrí la puerta de la casa, tenía a Nicolás asido por la mano y se aprestaba a llevarlo al parque de diversiones… Sorprendida echó en mis brazos, me llorabesaba de una manera inusual, y pidió los acompañase… ¡nos reímos muchísimo los tres esa tarde!… A la noche hicimos el amor de una manera extrañamente salvaje, como nunca antes… No fue hasta después de tu nacimiento cuando me enteré, de su propia boca, el rencor que te profesaba…la aversión sentida al alimentarte con su cuerpo… Al tiempo del divorcio alguien te trajo hasta mi puerta con una nota que decía: “WENCESLAO ES EL HIJO DE TU SECRETARIA”…
       
                                                                                                                          Almazul